miércoles, 8 de abril de 2020

Década del 50 en Puerto Rico

Durante las primeras décadas del siglo 20 el grueso de la población de Puerto Rico estaba integrado por trabajadores agrícolas que recibían salarios  sumamente bajos. 

Estos salarios apenas alcanzaban para que los trabajadores pudieran cubrir sus gastos como jefes de familias, tales como vivienda adecuada, alimentación balanceada y ropa.
Mucho menos les daba para cuidados a sus enfermos  o medicamentos para prevenir enfermedades. No podemos olvidar que el promedio de hijos por cada hogar de esta época sumaban más de ocho. Estos detalles nos llevan a entender cuán crítica era la situación.
La alimentación diaria de las familias trabajadoras era muy pobre ya que las porciones eran muy reducidas. Por ejemplo, un desayuno consistía de una taza de café negro. El almuerzo y la cena consistían de arroz, habichuelas, harina de maíz, viandas y en ocasiones una porción de bacalao. Según el relato de mi padre, quien nació en el Barrio Ángeles de Utuado en el año 1926, los padres se privaban de comer para que los hijos pudiesen recibir una cantidad mayor de alimentos. Inclusive, iba a la escuela porque él solamente disfrutaba del arroz cuando allí lo ofrecían.
Niños y niñas se incorporaban desde muy pequeños al mundo del trabajo, tanto en las labores domésticas como en la agricultura . En los predios de sus humildes casas, los varones atendían pequeños sembrados de viandas (guineos, plátanos, ñame,maíz, entre otros) para el sustento diario,buscaban agua y leña y cuidaban los animales (vacas, cerdos) cuando los tenían. Las niñas participaban de las mismas tareas a las que sumaban los quehaceres del hogar: limpiaban, cocinaban, lavaban, planchaban y cuidaban a los hermanos menores. Era frecuente que ambos sexos compartieran sus responsabilidades familiares con algunas horas de trabajo en las haciendas, bien fuera recogiendo café, sirviendo agua a los cortadores de caña y en otras funciones que podían realizar según su edad y desarrollo físico. De ahí que muchos padres necesitados de la aportación económica adicional recurrieran a sus hijos como fuentes de ingreso y les privaban del derecho a una educación. Los niveles de analfabetismo en esta época fue sumamente alta. 
En este escenario, el Presidente de los Estados Unidos, Harry S. Truman, lo nombró como el Primer Gobernador Puertorriqueño de la isla de Puerto Rico. Este sirvió como gobernador desde el 1946 al 1949, cuando entregó el cargo a Luis Muñoz Marín (1949), Primer Gobernador de Puerto Rico elegido por el pueblo.


 Piñero: Primer Gobernador Puertorriqueño



Jesús T. (Toribio) Piñero Jiménez nació el 16 de abril de 1897 en el Sector El Mangó del Barrio Martín González de Carolina, Puerto Rico. Fue el mayor de los seis hijos de Don Emilio Piñero Estrella y Doña Josefa (Pepita) Jiménez Sicardó. Doña Josefa murió luego de dar a luz al sexto hijo. En ese momento, Jesús tenía ocho años. Piñero se educó en escuelas públicas en Carolina y Río Piedras. Estudió ingeniería en la Universidad de Pennsylvania. Durante toda su vida, Piñero cultivó un gran interés en la ciencia y la tecnología. En 1922 fundó con otros amigos radioaficionados el “Porto Rico Radio Club”. Piñero fue el segundo puertorriqueño en obtener una licencia de radioaficionado y construyó en su propia casa la primera estación radiotelefónica en Puerto Rico que funcionara con tubos.




Para las elecciones de 1928 se postuló para la Asamblea Municipal de Carolina por el Partido Republicano. En 1929 fue elegido Presidente de dicha Asamblea. Su trabajo en la Asamblea se caracterizó por la eficiencia y atención a detalles. En 1931, Piñero se casó con la Srta. Aurelia Bou Ledesma. Tuvieron dos hijos: Haydeé y José Emilio.

En 1934, Piñero participó en la formación de la Asociación de Colonos de la Caña y fue elegido presidente de la organización. Cabildeó en Washington para obtener para los colonos los beneficios de la Ley Costigan Jones. Durante estos esfuerzos conoció al joven Luis Muñoz Marín y pronto establecieron una fuerte amistad.
Para 1936, Piñero, luego de abandonar las filas Republicanas, se postuló para el Senado por el distrito de Humacao por el Partido Liberal. No tuvo éxito en esta campaña. Durante el 1938 y 1939 se encargó en gran medida de la campaña para inscribir al nuevo Partido Popular Democrático. Y en 1940 es electo a la Cámara de Representantes por esta agrupación.
En 1944 es electo por abrumadora mayoría Comisionado Residente. En Washington se dedica a hacer amigos para Puerto Rico y dar a conocer las obras y objetivos del gobierno de la Isla. Sometió el Proyecto Tydings-Piñero para atender el asunto del status de la Isla. En 1946 es nombrado Gobernador por el Presidente Harry S. Truman, siendo el primer puertorriqueño en ocupar esta posición. Durante su administración fueron aprobadas las leyes de excención contributiva que formaron las bases de la Operación Manos a la Obra. Firmó una nueva ley de personal. Defendió los proyectos de la Compañía Agrícola, particularmente los proyectos establecidos en Vieques ante los esfuerzos de expropiación de la Marina de Guerra de los Estados Unidos. Impulsó la construcción del nuevo aeropuerto internacional en Isla Verde en Carolina. En 1947 el Congreso de Estados Unidos aprobó la Ley del Gobernador Electivo.
En 1947, Piñero fue nombrado por el Presidente Truman como Comisionado de los Estados Unidos en la Comisión del Caribe. Sirvió en esta Comisión hasta 1951. Durante los últimos años de su vida colaboró con el empresario estadounidense Leonard D. Long en proyectos de construcción de viviendas a bajo costo.
Piñero falleció el 19 de noviembre de 1952 en su hogar en Canóvanas.





La Guerra de Corea y los soldados puertorriqueños




El 10 de junio de 2014, el presidente estadounidense Barack Obama firmó el proyecto 1726 que ordena otorgarle la Medalla de Oro del Congreso, el más alto reconocimiento civil en Estados Unidos, junto a la Medalla Presidencial de la Libertad, a los Borinqueneers, la última unidad segregada del Ejército estadounidense integrado por boricuas de la Isla.
Hay que preguntarse si no llega muy tarde el reconocimiento a la valentía de los soldados y si no se queda corto al no ofrecerse una disculpa presidencial por la flagrante humillación a los nuestros.
El 24 de diciembre de 1950, los Borinqueneers, fueron los últimos en abandonar el puerto de Hungham “tras haberle salvado el pellejo” a la Primera División de la Infantería de Marina (Marines), en plena huida de la contraofensiva china durante la Guerra de Corea.
A pesar de los servicios meritorios al ejército estadounidense desde 1899, los honores, condecoraciones y tributos por sus ejecutorias, cientos de soldados boricuas fueron convictos por cortes marciales a condenas desproporcionadas y deshonra por negarse a pelear con el enemigo y desobedecer las órdenes de sus superiores en una operación militar en la que habrían sido masacrados. Así, las cosas, la batalla más feroz de los Borinqueneers no fue en el campo de batalla.
Que le afeiten el bigote

La más grande humillación a los boricuas llegaría a fines de septiembre luego del desastre de la colina Kelly”, explica la historiadora y profesora universitaria, Silvia Álvarez Curbelo, quien recuerda que “los partes de guerra en los periódicos de Puerto Rico hablan de los cadáveres boricuas que cubrían la colina”. Cuando el comandante del regimiento Juan César Cordero Dávila “fue relevado del mando y en su lugar se nombró a un comandante norteamericano una de cuyas primeras órdenes tuvo el efecto de una castración: mandó a afeitarle el bigote a todos los soldados de la unidad”.

Semanas después de Kelly, unos graves incidentes de insubordinación involucraron a casi 300 soldados del regimiento. “Alrededor de cien fueron convictos y condenados en juicios relámpagos a penas que fluctuaban entre los dos y los dieciséis años. Un clima generalizado de racismo y tratamiento desigual se advierte en los procedimientos tanto en los alegatos de la parte acusadora como en las débiles e indiferentes defensas provistas por abogados militares de oficio”, acotó.
El 65, “no solo estuvo más días bajo fuego, cubrió más territorio, capturó más combatientes enemigos y experimentó menos deserciones que la mayor parte de las unidades participantes, sino que a los boricuas se les escatimó reconocimiento hasta el punto en que ninguno de sus integrantes obtuvo la Medalla de Honor, la más alta distinción militar, a pesar de actos probados de heroísmo y efectividad en el campo de batalla”, según narran algunos soldados que participaron en el conflicto coreano.
estrictamente militar como desde el simbólico, el regimiento parecía haber descargado su función admirablemente”, insiste Álvarez Curbelo.
Gilberto Villahermosa, un experto en historia militar revela, en el documental The Borinqueneers, escrito, producido y dirigido por la mayagüezana Noemí Figueroa Soulet, en el que también participó Álvarez Curbelo, que un mes después de los eventos en Jackson Heights unidades del Regimiento 15 de Infantería “se comportaron de manera similar ante órdenes claramente suicidas pero que ningún soldado de esa unidad blanca fue procesado”.
En Jackson Heights
“Los incidentes de Jackson Heights no se conocerían en Puerto Rico hasta los primeros días del Año Nuevo cuando las cartas dolorosas y estupefactas de los detenidos comenzaran a llegar a sus familias. Una operación militar de escasa importancia que no figura hoy sino como referencia casual en los libros sobre la guerra coreana se convirtió entonces en el episodio que iluminaría todas las complejas y antagónicas significaciones del 65, que fue desbandado como unidad regular en 1953”, según Álvarez Curbelo.
La profesora recuerda que de septiembre de 1950 a mayo de 1951, el regimiento puertorriqueño se convirtió en la unidad más efectiva en un conflicto que sería la primera guerra “no ganada” por Estados Unidos en el siglo. Apodados “la brigada de incendios”, los boricuas eran llamados para resolver las situaciones más intrincadas.
Los más bravosEn su artículo La Guerra de Corea y los soldados puertorriqueños, la profesora universitaria señala que los altos mandos del ejército de los Estados Unidos, “preocupados por la pobre preparación militar de sus efectivos en plena Guerra Fría” le pusieron el ojo a los soldados puertorriqueños del Regimiento 65 de Infantería, “una de las primeras unidades en activarse al iniciarse las hostilidades en Corea en junio de 1950”, luego que en Vieques estos ganaran unos ejercicios anfibios frente a la Tercera División, la unidad más condecorada del ejército norteamericano.
“A lo largo de este período, los Borinqueneers (adaptación de Borinquen, nombre indígena de la isla) fueron los primeros en cruzar el río Han; protagonizaron una de las más feroces operaciones en el Triángulo de Hierro y prácticamente recorrieron toda Corea en la errática campaña del General MacArthur. Luchando contra un frío que descendía en ocasiones a -40 grados, contra el terreno de tundra y la intervención formidable de miles de voluntarios chinos, la unidad se sostuvo en cohesión gracias a resortes culturales de identidad y el liderato de sargentos probados en la Segunda Guerra Mundial”, recuerda Álvarez Curbelo.
Según la historiadora, tras el relevo de William Harris, el comandante que los había traído desde Puerto Rico y la salida de los sargentos que habían velado por sus soldados, los lazos socio-culturales que alimentaron la cohesión del regimiento se debilitaron inexorablemente. “Las redes populares de solidaridad que cobijaban a aquellos soldados que habían ido ‘...a pelear a otras tierras...’, quedaron neutralizadas por la creciente irracionalidad del conflicto”.
El nuevo comandante del regimiento, añade, el puertorriqueño Cordero Dávila intentó enderezar el curso recurriendo abiertamente a la motivación patriótica. “Exhortó una y otra vez al regimiento a no desfallecer y a duplicar en el campo de guerra el heroísmo cívico de un país que había proclamado el Estado Libre Asociado en julio de 1952”.
No obstante, para el otoño de 1952, las bajas boricuas comienzan a mostrar proporciones alarmantes.
Según la profesora universitaria, el trabajo documental de la mayagüezana Figueroa Soulet provee nuevas apreciaciones en torno a lo que el historiador Clay Blair (1987) llamó “la guerra olvidada” y en la que participaron cerca de 45,000 puertorriqueños.
“Al calor de la documentación depositada en archivos puertorriqueños y norteamericanos, de la abundante crónica periodística que reseñó la saga de guerra de los boricuas en suelo coreano y de sus familiares en Puerto Rico y sobre todo, de los impresionantes testimonios de sus veteranos, es posible hoy iluminar la espesura simbólica de la sangre colonial y descubrir enlaces insospechados con la hora actual puertorriqueña”, concluye.







A continuación, un video grabado para los años 50. Según la información que leí es una promoción para promover visitas a Puerto Rico. Aunque no presenta la realidad de la isla, solo presenta el aspecto turístico, resulta interesante verlo y comentarlo.



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